miércoles, 12 de octubre de 2011

Cosas que pienso 3

El pecho de la Reina


A finales de los setenta y principios de los ochenta se construyó la urbanización en la que vivo. Es un conjunto de residenciales de varios estilos de edificación que fue abandonado y dejado a su suerte por la sociedad urbanizadora que la levantó. El ayuntamiento no quiso saber nada del asunto y los vecinos tuvieron que aguantarse durante dos o tres décadas con unos servicios mínimos, viendo cómo las aceras eran devoradas por los arboles y las plantas, cómo las farolas, destrozadas por el vandalismo y la intemperie, apagaban sus luces y nadie las volvía a reparar; el tiempo pasaba y las carreteras se erosionaban y se llenaban de socavones, los muros se caían y las señales se oxidaban.

Todo estaba hecho una puta mierda, sobre todo la zona más antigua, la que estaba más alejada de la linea de playa. Todo esto yo no lo viví. En realidad a mi me vino de puta madre porque los precios de las viviendas se devaluaron un montón y pude irme a vivir allí a un piso de nueva construcción a principio del año 2000, hipotecándome por cuatro duros. El servicio de recogidas de basura era una mierda y tenía que andar un huevo para tirar la porquería. Había frecuentes cortes de agua y de luz porque los conductos y las lineas eran del año del peo y nadie quería hacerse cargo de ellas (la sociedad urbanizadora y el Ayuntamiento siempre se estaban pasando la patata caliente). Con el boom inmobiliario eso cambió y de la noche a la mañana todo ésto se arregló  y la zona se revalorizó hasta limites que rozaban el absurdo: duplex de mierda que se vendían por seis millones de las antiguas pesetas llegaron a venderse por más de cuarenta millones.

Pero eso es otra historia.

El pecho de la reina podía verlo todas las noches desde la ventana de mi cuarto gracias a que no existía alumbrado nocturno (ni diurno, ja, ja). Mi cuarto daba a un solar lleno de arbustos, de piedras, de grillos y de saltamontes. Más de uno se me coló por la ventana durante los primeros días dándome un susto de muerte.Yo no sabía que se llamaba así, el pecho de la reina, pero la estrella estaba siempre allí, justo en la misma esquina del marco de la ventana. Era raro porque podía verla casi todo el año, aunque iba cambiando ligeramente de posición mes a mes. Un día me dio por saber qué estrella era esa, así que me puse a buscar en un ciber-café por internet la forma de conocer los nombres de las constelaciones y de los cuerpos celestes, algo de lo que yo no tenía ni idea.

Encontré un programa de cartas celestes y me costó un trabajo enorme encontrar alguna estrella que me sirviera de referencia, así que en su lugar busqué un planeta, Júpiter, que era muy fácil de localizar con el mapa espacial que lanzaba el programa. Así fui nombrando las estrellas y constelaciones que había alrededor de Júpiter, avanzando poco a poco hasta llegar a la estrella de marras. Resultó que pertenecía a una de las constelaciones más famosas: Casiopea.

Casiopea, la reina vanidosa que provocó la furia de Poseidón al decir que era más bella que sus Nereidas. El señor de los mares envió al Kraken para que se comiera a Andrómeda, la hija de Casiopea y del rey Cefeo, pero el cachondo de Perseo, el héroe, pasaba por allí casualmente montado en Pegaso y usó la cabeza de la Medusa para petrificar al bicho y así poder beneficiarse a la Andrómeda, que parece ser que estaba muy buena porque había heredado la belleza de su madre, o algo de eso.

La estrella se llamaba Alfa Cassiopeia (la estrella más brillante de una constelación casi siempre se llama Alfa), también conocida como "18 Cassiopeiae"; en cambio los árabes, unos tipos con más sentido común que los cristianos a la hora de ponerles nombres a las cosas, la bautizaron según su posición en la constelación: Shedar o Shedir, esto es "pecho", ya que la estrella está justamente donde se supone que está representado el busto de Casiopea (en la imagen de arriba la estrella es la que está justo en el nacimiento del cuello).

A partir de ahí me aficioné un poco por las estrellas, no mucho, lo suficiente como para aprenderme las constelaciones y las estrellas más importantes y para poder distinguir a Júpiter o Marte de Betelgeuse, la gigante roja de Orion.

Cuando la zona se revalorizó el Ayuntamiento se hizo cargo de la urbanización y volvió a asfaltar, a plantar árboles y a colocar farolas nuevas de esas modernas que dan mucha luz. En el solar de enfrente crecieron edificios nuevos y el pecho de la Reina ya no puede verlo nunca más desde mi ventana. Eso estuvo bien, porque me obligó a salir de vez en cuando a la playa, lejos de las luces de los edificios, cargado con unos prismáticos malísimos comprados a un vendedor ambulante marroquí por cinco euros, y contemplar no sólo a Casiopea, Cefeo, Perseo y Andrómeda, las constelaciones que podía ver desde mi ventana, si no al Águla, el Cisne, Escorpion, las Osas, la Lira...


Kain es un tipo de culo inquieto que enseguida se aburre de las cosas. No recuerdo a qué fue a lo que me aficioné después de eso, pero a veces me acuerdo de las estrellas y de vez en cuando me entran ganas de echar un vistazo allá arriba.


1 comentario:

  1. Lo mejor que tenía donde vivía antes era que justo enfrente de mi ventana, por encima de las casa, podía ver una estrella que brillaba por encima de todas. La bauticé como "mi estrella". Y cada noche me asomaba a darle las buenas noches y si no la veía me entraba una extraña desazón, como si me hubiera abandonado para ir tras otra.

    Ahora la busco y no la encuentro por ningún lado. A veces ni la luna me saluda.

    Si Casiopea es la que mas brilla, entonces es la mía. Si no, no.

    Besos, kain.

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