Las Aventuras de Chico Naranja.
El héroe de los isotermos se encuentra en un momento peliagudo: ha de subir a la tercera planta de la obra en construcción 764 metros de tubos de goma. En condiciones normales usaría la ayuda inestimable de la grúa torre, pero son tiempos difíciles y las condiciones son subnormales, por eso el chico naranja agarra un puñao de tubos y se los echa al hombro sin pestañear, decidido a cumplir su misión isotérmica con arrojo y valor.
Allá va el tío, arrastrando sus tubos de goma-espuma negros, sin resoplar siquiera, con las sienes sudadas, el casco torcido y el peto reflectante lleno de mierda, con los pegotes de la cola especial manchándole por todos lados. Los operarios se apartan abrumados a su paso al contemplar boquiabiertos la figura majestuosa del Kain, obnubilados por su donaire y su porte varonil, a pesar de que de vez en cuando se le escapa un peo del esfuerzo al subir los tres escalones que dan acceso a la construcción principal, objetivo y primera meta de nuestro campeón laboral.
El macho constructor se paga de sí mismo y decide subir hasta la tercera planta, cargado como mulo de carga, saltando los escalones de dos en dos.
—¡Está loco! —exclama alucinado un fontanero de Barbate.
—¡Qué Hombre! —susurra con admiración un oficial de electricidad.
—¡Por Dios y por La Virgen! ¡Esto es inaudito! —Grita con admiración un señor con bigote que por allí pasaba.
El chico naranja ni siquiera pestañea cuando alcanza la primera planta con los hombros robustos y fuertes llenos de material esponjoso. Si acaso un ligero tic en la mejilla izquierda delata una cierta agitación en el espiritu indomable de este prodigio de la naturaleza. Alcanzar la segunda planta le llevó más tiempo de lo estimado y pronto los compañeros comenzaron a darle vítores e ínfulas para animarle a continuar.
—¡Vamos, muchacho! ¡Hazte de sangre y mueve el culo!
—¡Tío, tú puedes! ¡Dale! ¡Dale duro!
—¿Tienes un cigarro, primo?
El sudor se mete entre los párpados del chico naranja; el calor nubla sus sentidos; el dolor de los hombros se transmite al resto del cuerpo y la ascensión a la tercera planta se convierte en un calvario. Ya las plantas de los pies comienzan a sangrar y los músculos poderosos frlaquean; los huesos chirrian y el alma del guerrero de los tubos se tambalea.
¿Logrará alcanzar el chico naranja la tercera planta? ¿Se arrepentírá de subir los escalones de dos en dos y no logrará su objetivo? Todas estas y otras preguntas nunca tendrán respuesta, porque me he cansado de escribir y no me da la gana de seguir, ea.
Hum... cómo me ponen los tios que cargan tubos isotérmicos jajajjaajja
ResponderEliminarJoder, es buenísimo. Me he partido el culo de la risa.
lanaranjamecaefatal.