—¡La ele de Lugo! —dijo la mujer morena.
—¡Bien! Veamos… ¿Estará la ele? —una pausa expectante—¡Sí! Tenemos tres eles. Muy bien ¿desea continuar o resolvemos? —la boca del presentador era una sonrisa; su mirada también sonreía; incluso su corbata parecía sonreír— ¿Qué decide?
—Prefiero tirar otra vez, aún no me sé la respuesta, jolines —la mujer hizo un mohín.
—Adelante entonces. Gire la ruleta, pero hágalo con fuerza porque la casilla de “quiebra” está bastante cerca.
—Voy —la morena se agachó regalando a los televidentes una hermosa visión del canalillo de su escote y del movimiento pendular de sus dos grandes pechos.
El público animaba con cánticos y aplausos el giro de la pesada ruleta. Las casillas repletas de premios, cifras, dibujos y logotipos pasaban en un borrón por delante de las cámaras. Poco a poco la ruleta terminaba su movimiento y ya se podía apreciar dónde iba a caer la casilla principal. La gente animaba y aplaudía cada vez más fuerte al ver que el premio gordo se acercaba…
—Vamos… vamos… venga… —rezaba la mujer.
El estadillo de júbilo de la gente se apagó de pronto cuando la ruleta se desplazó en el último instante, dando paso a la negra “quiebra”.
—¡Oooooooh! —suspiró el respetable.
—¡Cuánto lo siento, señorita!
—¡Mecachis!
—Cayó en la quiebra y ya sabe lo que eso significa ¿verdad? —la sonrisa del presentador apenas disminuyó un ápice, aunque su voz sonó muy comprensiva y ligeramente apenada.
—Jolines, qué lata. Debería haber tirado más fuerte.
—¡Claro! Ya se lo dije ¿Ve cómo yo intento ayudarles? En fin, pongamos su marcador a cero y ejecutemos la “quiebra”.
El cubo de acero macizo de doscientos quilos cayó con un chasquido desde el techo del estudio impactando en el hombro derecho de la mujer. Su cuerpo se quebró y varios huesos asomaron a través de la carne, expulsando trozos sanguinolentos de materia pulposa y arrojándolos sobre la ruleta. El cuerpo aplastado golpeó el suelo y la cabeza giró sobre sí misma en un ángulo antinatural mientras el cubo exprimía su espalda, comprimiendo las vísceras dentro de su cuerpo. Algunas fueron expulsadas por el ano y la vagina.
El público rompió en aplausos y silbidos, animados por el espectáculo de ver el despojo en el que se había convertido la mujer.
—¡Muy bien! Hagamos una pequeña pausa para unos consejos publicitarios y regresaremos en un momento. ¡No se vayan, amigos!
© Kain Orange
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