domingo, 18 de septiembre de 2011

Tornillo

.MUÑECAS.
tornillo


—Ábrela más —ordena el hombre barbudo.

El gordo duda un momento:

—¿Seguro?
—Sí, hombre. Sepáralas.

El tipo gordo vuelve a estirarle las piernas a la chica con evidente esfuerzo. La pobre intenta resistirse como puede pero el gordo la tiene agarrada por los tobillos con tanta fuerza que  está cortando la circulación de los pequeños pies. Ella se queja en silencio apretando los dientes.

—Así, buena chica —el barbudo le pasa una mano llena de roña por la cara a la muchacha, secándole el sudor de las sonrosadas mejillas con unos dedos grasientos —Es guapa la putita ¿eh?

—Vamos, tío, empieza ya que se me cansan los brazos —al gordo le caen goterones de sudor que se quedan colgando en los pelos de las axilas;  luego caen y se meten por los pliegues que rodean su barrigón pellejudo.

En la oscura cámara de torturas hace mucho calor; los dos hombres y la pequeña muchacha están totalmente desnudos. La chavala está encima de una mesa de madera sucia y apolillada. El color de su piel blanquísima contrasta con la madera negra y el óxido de las paredes de metal.

—Ya voy —el barbudo se acopla entre las piernas de la joven —Te voy a romper el culo, putita.

La chica gime y unas lágrimas ruedan por sus sienes.

El barbudo le inserta en el ano su polla, un pene de proporciones inmensas aceitado con el sudor de sus ingles. La muchacha grita y el gordo anima a su compadre:

—¡Reviéntale el culo! ¡Ahí, dale fuerte!
—Ouffff… ¡Qué prieto lo tiene! ¡ÁBRELA MÁS!
—¿Seguro? —el gordo vuelve a dudar.
—¡Qué si gilipollas! ¡Despatarra a esta zorra!

El gordo hace otro esfuerzo y consigue separar los delgados muslos de la chica aún más. Algo suena en el interior de la muchacha y un chillido ensordecedor inunda la cámara de torturas. El barbudo cae al suelo, apretándose la entrepierna. Poco a poco un charco de sangre comienza a extenderse debajo del barbudo y unos chorros de color rojo se cuelan por en medio de sus dedos.

—Ay, ay, ay, ay…

El gordo está muy asustado y no sabe que hacer ni que decir. Simplemente se queda allí de pie, tapándose la boca con las manos, paralizado de horror.

Una voz delicada, sensual e infantil resuena como agua cristalina en la cámara de torturas.

—Debió hacer caso a las recomendaciones del manual.

El gordo mira a la chica con ojos desorbitados y señalando a su amigo le suplica:

—¡Tú! ¡Ven aquí! ¡Ayúdalo!... Por favor.

La muchacha se levanta con cierta dificultad de la mesa, se acerca hasta ellos y se detiene para decir:

—Lo siento. No puedo.
—Pe…Pero… Debes ayudarlo, es tu obligación… ¡Te lo ordeno, niña estúpida!
—Lo siento. No puedo.

El barbudo, mientras se desangra consigue farfullar unas palabras:

—Tío, pide ayuda tú… ay… Ella no puede ayudarme… La adquirí en unos saldos y no dispone de función médica… ouuuuuuuh…

—Pues… ¡Niña, llama al 112, pide ayuda!
—Lo siento. No puedo.

Desde el suelo el barbudo balbucea:

—Tío… tampoco tiene conexión inalámbrica… Aouuuu…
—Pe… ¿Pero qué mierda has comprado, tío?
—Ya te lo he dicho… joder… la pillé en unos saldos de ocasión… en realidad ni siquiera es del tipo “EROS”…
 —¿!¿!QUÉÉÉÉ!?!?

La delicada voz de la chiquilla volvió a reinar en la sala:

—El amo Martínez dice la verdad. Soy una muñeca del tipo “ABACOS”, no he sido diseñada ni construida para realizar interacciones sexuales con seres humanos. El amo Martínez debió hacer caso a las recomendaciones del manual y no usarme como si yo fuese una muñeca sexual cibernética del tipo “EROS”. En este tipo de situaciones, Turing Corp. no se hace responsable de los daños causados por el mal uso de esta unidad. Esta unidad aceptó el juego sexual del amo Martínez sola y únicamente después de explicarle al amo Martinez que mi diseño no era el más indicado para ese tipo de juegos; pero es obligación de esta unidad de obedecer al amo Martínez en todo momento. Lamento lo sucedido —y sonriendo añadió: — ¿Quieren seguir con el juego? ¿Desean que vuelva a la mesa?

El barbudo (el amo Martínez) intenta decir algo, pero sus palabras se pierden en un balbuceo sin sentido y pierde el conocimiento. Al hacerlo, relaja las manos y el despojo sanguinolento en el que se ha convertido su pene queda al descubierto. El gordo, al ver semejante carnicería también se desmaya.

Al despertar descubre que está en un hospital. Su amigo salvó la vida, aunque deberá sufrir varios trasplantes y operaciones en la polla durante varios años. El cirujano le dijo que el causante de la herida fue el tornillo berbiquí que tapona el cárter de las muñecas del tipo “ABACOS”.

—A ese tipo de muñecas se les cambia el aceite por el culo ¿No lo sabían? —dijo con una sonrisa. —Cuando el pene del señor Martínez hizo tope con el tornillo, éste se activó creyendo que era la manguera del aceite. Ese tornillo funciona como un taladro de Arquímedes: extrae el fluido del interior de la manguera sorbiéndolo como si fuera una aspiradora. No le extrajo el escroto y los testículos por la uretra de milagro, je, je, je.

***

".Muñecas." es un viejo proyecto de relatos pensados originalmente para ser guionizados en un cómic. Son historias independientes entre sí pero que comparten un mismo universo ficticio, aunque este universo no siempre es exactamente el mismo en todas las historias.

© Kain Orange

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